CAÍDO EN LA QUEBRADA
LAS QUEBRADAS COMO ESPACIOS POLISÉMICOS SOCIALES
El artista hoy por hoy se presenta como agente político para el cambio en la sociedad, ha generado un estudio específico de su accionar evidentemente desde los siglos XIX y XX, en torno a las discusiones de las vanguardias, mismas que se vieron necesitadas de abandonar los museos y espacios consagratorios de la cultura burguesa, para formar parte activa de la vida y sus comunidades.
Efectivamente, en los últimos años se ha producido la formación de una cultura diferente de la moderna, cambiando la estética y la noción misma de vanguardia, multiplicándose las iniciativas de artistas destinados a promover la participación de grandes grupos de personas en proyectos en los que se asocia la realización de ficciones o de imágenes con la ocupación de espacios locales y la exploración de formas experimentales de socialización.
Estos comportamientos artísticos no convencionales puestos de manifiesto con el creciente interés por el arte público son los que han contribuido a visibilizar las prácticas artísticas, vinculadas a procesos de activismo político.
El concepto que maneja Azcona define funcionamientos oponiendo lógicas así como modos de percepción e inteligibilidad, no principios de exclusión sino de coexistencia (Rancière, 2010). Según esto la obra performática del artista es la que ocasiona una experiencia alternativa a la ordinaria, donde el sujeto puede liberarse de las relaciones usuales en todos los niveles: las jerarquías de poder/dominación, el predominio de la sensibilidad sobre la razón, el discurso político sobre la moral y la compasión sobre la repulsión.
Abel Azcona posibilita su proceso de producción a través de las subjetividades y procesos personales que contribuyan a desencadenar micropolíticas de emancipación con correlatos de transformación ética y moral de la sociedad. Demostrar una impresión muy profunda sobre una imagen alejándose de la aversión, esta unión de arte/vida presenta legados sociales que aún hoy en día nos cuesta digerir, aun teniendo ciertas consignas asimiladas y estudiadas, muchas propuestas artísticas de Azcona hoy resultan incomprendidas y terminan siendo excluidas y marginadas, en especial si en ellas se involucra el cuerpo o lo que haga relación a él -sobre todo si hace alusión a la falta de él-. El cuerpo de Azcona siempre será un elemento artístico peligroso, porque nos toca, nos llega y porque nos presenta la posibilidad de reconocernos a nosotros mismos como cuerpos que han nacido ya con cargas políticas gracias a los entornos en los que crecimos y que como en muchos casos latinoamericanos y sobre todo ecuatorianos, estos cuerpos terminan diseminados en las quebradas-caídos-. Abel que lo utiliza como herramienta artística, decide apelar a ese derecho de confrontar posibilidades, al derecho de reflexionar(se) dentro de su territorio corporal y de su propia muerte.
“El cuerpo es consecuentemente un lugar de opresión como de resistencia. La corporeidad es un instrumento central de las políticas contra la violencia, el cuerpo debe entenderse como un campo de intervención política” (NAVARRETE, A. y JAMES, W. 2007).
El problema es querer pensarlo siempre como un cuerpo despolitizado, olvidando que el cuerpo es producido físicamente, socialmente, sexualmente; el cuerpo se escribe en relación a su entorno, de forma que el entorno a la vez produce el cuerpo. Esta relación de introspección y proyección es una relación de retroalimentación; el cuerpo es pues, el depositario del orden social; se inscribe desde el género y es la primera condición para la construcción de la subjetividad.
El cuerpo de Azcona está más vivo que nunca a través de su memoria artística/performática; el conflicto se genera por el golpe de la realidad, y lo obliga a su caída, huimos del cuerpo y de todo lo que él representa, todo lo que nos recuerda en nuestro accionar humano, nos recuerda que somos frágiles, temporales y mortales, pero sobre todo, lo que el Estado o la fuerza social nos ha obligado a aceptar como correcto en un mundo sin límites y con muchas pretensiones. Un mundo en que el final, es el cuerpo denunciado en la quebrada.
En esta exposición no hace falta insistir en el autorretrato, la importancia del YO se ve multiplicado en la semejanza de vida de los públicos presentes; la autorreferencialidad se manifiesta de manera más fuerte en la competencia de los derechos humanos.
La utilización del arte como vía a la autoconstrucción o reconstrucción interior para la reflexión sobre los elementos sociales y morales de Iberoamérica, mismos que explican la personalidad de Azcona desde su origen, familia, género, la memoria y lo olvidado, el paso del tiempo, los abusos, lo perdido, la enfermedad psicológica, el cuerpo y los traumas de una vida que nunca tuvo voz y voto en el nacer.
Estas referencias autobiográficas servirán como anexos para el espectador a vidas en situaciones similares, la contingencia socio/moral de la prostitución (siendo el caso de la madre biológica de Azcona) y los inherentes aparatajes relacionales como el tráfico y venta de drogas, el aborto no completado, el desarrollo de una infancia en abandono y obliteración total del respeto al cuerpo y la mente; llevan a la ejemplificación de un ser humano impotente ante un Estado “Laico” en donde su resistencia vista en su arte es la prolongación del relato de su vida, representando su experiencia cotidiana y convirtiendo su obra en un álbum público de su existencia. Este desdoblamiento del artista, hace que Abel se sitúe fuera de sí mismo, se autocontemple y nos obliga a contemplarlo para invitarnos a mirarnos desde dentro, a tomar conciencia en el proceso artístico del otro, de nosotros mismos, ahí fríos y abandonados en las quebradas.
Cristina Carrasco. Licenciada en Artes Visuales, Máster en Curaduría y Especialista en Gestión y Organización de Museos, experta en curaduría de artes plásticas y nuevos medios desde el año 2010. Fue directora del Museo Municipal de Arte Moderno de Cuenca (Ecuador) desde el año 2014 hasta el año 2019 siendo además la Coordinadora de la Red de Museos y Galerías Municipales de la ciudad Cuenca (Ecuador) entre los años 2016 y 2018. Coordinadora del proyecto Desarrollo de economías culturales de Cultura 21 acciones de CGLU (Ciudades y Gobiernos Locales Unidos) en 2018. Actualmente es la Directora del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.