The performance "Mother and Son" by Abel Azcona at the Círculo de Bellas Artes is, at the same time, an act of resistance and healing that exposes the structural violence of the patriarchal system, not only through the figure of the mother but also through that of the son.** This biographical action is not limited to a personal reunion between Isabel and Abel; it is a space of confrontation where memory, pain, and personal history become tools of visibility and denunciation.

Through this work, Azcona and his mother embody a story of violence that traverses their bodies and lived experiences. Isabel’s biography—marked by drugs, prostitution, and gender-based violence—is a reflection of a structure that subjugates and precarizes the lives of so many women, turned into objects of a system that is not only patriarchal but also capitalist. Abel’s abandonment is not merely an individual decision, but the consequence of a system that casts women into extreme vulnerability. On the other hand, the artist’s story, marked by childhood abandonment and abuse, shows how these same forms of violence also affect childhood and male bodies that have grown up in the fragility of a society where toxic masculinity is the norm.

From a feminist perspective and from my point of view as a curator, *Mother and Son* is not just a performance about a reunion, but an action that confronts the oppression of vulnerable bodies. Azcona, whose work has explored the body as a territory of memory and resistance, inserts himself into a genealogy of performance art where his artistic mothers—Marina Abramović, Orlan, Yoko Ono—have made art a field of dispute and reconstruction. Here, the mother is not a symbolic figure, but a real presence—a body marked by violence—that meets her son in an artistic action that challenges the structures that have separated them.

Thus, the performance becomes practically the only medium capable of channeling the pain of this encounter, transcending and healing it through the collective. Feminism understood this from its inception: that the personal is political, that a specific story is the reflection of a broader system of oppression and violence. That the collective is a tool for healing. This is not just the story of Abel and Isabel, but the story of many women and children whose lives have been fractured by a system that perpetuates gender violence, abandonment, and exploitation.

On April 1, 2025, at the culmination of this process, Isabel and Abel will meet not only as mother and son but as bodies that have witnessed the same structural violence. This performance, which bears both their names in its title, is an act of reparation and resistance, and reminds us that art can heal, make visible, and question, becoming a space of shared memory and transformation.

Semíramis González

Curator

La performance "Madre e hijo" de Abel Azcona en el Círculo de Bellas Artes es, al mismo tiempo, un acto de resistencia y sanación que expone la violencia estructural del sistema patriarcal, no solo en la figura de la madre, sino también en la del hijo. Esta acción biográfica no se limita a un reencuentro personal entre Isabel y Abel; es un espacio de confrontación donde la memoria, el dolor y la historia personal se tornan herramientas de visibilización y denuncia.

A través de esta obra, Azcona y su madre acuerpan una historia de violencia que atraviesa sus cuerpos y experiencias vividas. La biografía de Isabel, marcada por las drogas, la prostitución y la violencia de género, es reflejo de una estructura que somete y precariza la vida de tantas mujeres, convertidas en objetos de un sistema no sólo patriarcal sino también capitalista. El abandono de Abel no es solamente un decisión individual, sino una consecuencia de un sistema que arroja a las mujeres a la extrema vulnerabilidad. De otro lado, la historia del artista, atravesada por el abandono infantil y el abuso, evidencia cómo estas mismas violencias afectan también a la infancia y a los cuerpos masculinos que han crecido en la fragilidad de una sociedad donde lo masculino tóxico es la norma.

Desde una perspectiva feminista y desde mi punto de vista como curadora, "Madre e hijo" no es solo una performance sobre un reencuentro, sino una acción que confronta la opresión de los cuerpos vulnerabilizados. Azcona, cuyo trabajo ha explorado el cuerpo como territorio de memoria y resistencia, se inserta en una genealogía de la performance donde sus madres artísticas—Marina Abramović, Orlan, Yoko Ono—han hecho del arte un campo de disputa y reconstrucción. Aquí, la madre no es una figura simbólica, sino una presencia real, un cuerpo marcado por la violencia que se encuentra con su hijo en una acción artística que desafía las estructuras que los han separado.

Es así que la performance se convierte en prácticamente el único medio capaz de canalizar el dolor de este encuentro, trascendiéndolo y sanándolo desde lo colectivo. El feminismo comprendió desde sus inicios esto precisamente: que lo personal era político, que una historia concreta es el reflejo de un sistema mayor de opresión y violencia. Que lo colectivo es una herramienta para la curación. Esta no es solo la historia de Abel e Isabel, sino la historia de muchas mujeres y niños cuyas vidas han sido fracturadas por un sistema que perpetúa la violencia de género, el abandono y la explotación.

Este 1 de abril de 2025, en la culminación de este proceso, Isabel y Abel no solo se encontrarán como madre e hijo, sino como cuerpos que han sido testigos de una misma violencia estructural. Esta performance, que los lleva a ambos en el título, es un acto de reparación y resistencia, y nos recuerda que el arte puede sanar, visibilizar y cuestionar, convirtiéndose en un espacio de memoria compartida y transformación.

 Semíramis González

Curadora

 

Abel Azcona trabaja, una y otra vez, sobre aquello que le duele. Asume su abandono, reactualiza la experiencia de orfandad. Azcona mantiene siempre su actitud de rebeldía y resistencia, desafiando lo “correcto”, plantando cara a la mediocridad, asumiendo la “interpelación ideológica” de la anormalidad. Tienen razón aquellos que le acusan de ser un extremista, especialmente cuando les recuerda la violencia que encubren y potencian.

Fernando Castro Flórez


Nuestro propósito fundamental como artistas de performance es poner en escena el miedo primordial al dolor, a la muerte y a todo lo que compartimos en nuestras vidas, para posteriormente mostrarlo y evidenciarlo frente a una audiencia. Lo revisamos, somos conscientes y le decimos a la audiencia: «Este es tu espejo; si yo puedo hacer esto en mi vida, tú puedes hacerlo en la tuya». Azcona vive en un viaje continuo de transformación. Su cuerpo y su potencia de trabajo han demostrado hasta la fecha una resiliencia radical por medio de acciones derivadas de su historia personal.

Marina Abramovic. Fragmento texto final «Madre e hijo»


A lo largo de la historia, los artistas han dibujado, esculpido y pintado la forma humana. Sin embargo, la historia más reciente del arte revela un cambio importante en la percepción que posee el artista del cuerpo, que no sólo ha ejercido de contenido de la obra, sino también de lienzo, pincel, marco o pedestal, en el caso de Azcona, construyendo y mostrando su propia identidad y transformándola con y a pesar del público.

Amelia Jones. Fragmento texto final «Madre e hijo»

 

Madre e hijo (Círculo de Bellas Artes, 2025)

El 1 de abril de 1988, día de su nacimiento, Abel Azcona fue abandonado en el hospital por su madre, una joven prostituta y heroinómana, en situación de absoluta precariedad. Treinta y siete años más tarde, madre e hijo se reencuentran en persona, en una acción precedida por acercamientos previos (cartas, vídeos y mensajes de teléfono), con el propósito de abrir una etapa nueva en sus vidas e intentar sanar juntos la historia compartida de violencias.

La acción, comisariada con sensibilidad y maestría por Semíramis González, que supo tejer hilos muy finos para templar las emociones de las tres partes: madre, hijo y comunidad, se resume así en palabras de la comisaria: “va más allá de lo personal, pues pone de manifiesto cómo el arte puede servir como un medio para sanar heridas, visibilizar el dolor y ofrecer resistencia a las estructuras patriarcales. La performance propone un espacio de reflexión sobre las violencias sufridas por ambos: por un lado, la historia de Azcona, marcada por el abandono infantil, y por otro, el testimonio de Isabel, atravesado por la adicción, la prostitución y la vulnerabilidad frente a la violencia de género”.

Madre e hijo se dan la mano treinta y siete años después. Se siente el silencio activo de los asistentes. Las personalidades de la cultura, sentadas en las primeras filas, quizá sean las que más llamen la atención de los medios, pero no son las más importantes. La sala está llena de las seguidoras fieles del artista, con las que lleva años compartiendo historias de abandono y violencia, que han viajado desde lejos para participar en esta comunión de cuerpos. Cuerpos que enmudecen de asombro y emoción. Se mantiene la respiración hasta el abrazo final de madre e hijo, un abrazo que rompe el silencio en aplausos.

Susana Blas