Your symbol is the deer – and mine, the moon: may the rain fall on – our faces – uniting us in a silent and cruel – embrace where – like suicide, I dream – without angels or women – stripped of everything – except your name – your kisses on my anus – and your caresses on my bald head – we will sprinkle wine, urine, and blood – on the churches – gifts of the magi – and beneath the crucifix – we will howl.
Leopoldo María Panero
The exhibit currently on display at the White Lab space in Madrid, *A Man and a Body*, by Abel Azcona, features alternative extracts or “scraps,” as the artist himself defines them, from his major projects such as *Nine Container*, *Spain Asks for Forgiveness*, *Amen*, *Pedophilia*, and *The Drowned* among others. Through these pieces, some unpublished, others discarded, a kind of Marginal Retrospective is established, or an approach from the fringes toward his own work. This, in addition to offering new perspectives on his discourse, can be considered, from a meta-reading, as a reaffirmation and consolidation of his “recurrence.”
The skin still tingles when watching *Empathy and Prostitution*, witnessing how, biologically speaking, a “human being” strikes him, insidiously, knowing that his act will have no legal or theological consequences. But consequences, it has. That act of gratuitous violence, regularly reproduced by individuals and states against the defenseless, annihilates you as a person or as an institution; it destroys any trace of what should be understood as humanity. Redemption is still possible, not God's, who is already dead, but one’s own.
Inevitably, I am reminded of the wonderful film *Madeinusa* by Claudia Llosa, in which the Peruvian director portrays a small Christian community where, during the period starting on Holy Thursday, Christ-God, already dead, cannot witness the behavior of those living there. Therefore, whatever their actions, they will not be punished. With God dead, the wolf howls.
If the artist had performed his piece *The Death of the Artist* in this context, he likely would not have survived. Rage and hatred take various forms, disguised as piety. What is the true nature of a human being in a society where double standards prevail? What integrity does that community show, which, knowing about a crime as serious as the sexual abuse of minors by the Catholic Church, chooses to remain silent by persecuting and harassing the one who denounces it instead of addressing the problem to eradicate it?
This double standard, built on the violent and coercive exercise of power, is reflected in the piece *Shame*. Today, missiles fall on the Palestinian civilian population, launched by those who once made barbarity and extreme suffering their hallmark. Pierre Bourdieu, reflecting on “Symbolic Violence,” understood as any exercise of power that strives to legitimize certain meanings while concealing or hiding the power relations that support them, pointed out that: "Of all forms of clandestine persuasion, the most relentless is the one exercised by the natural order of things." In his self-documentary *The Pervert’s Guide to Ideology*, Slavoj Žižek similarly argued: “Every violent impulse is a sign of something you cannot express in words. Even the most brutal violence is the representation of a certain symbolic deadlock.”
Abel Azcona ceaselessly strives to restore a lost symbolic foundation to the world, one more appropriate and precise, more just, through art. This is done with the full conviction, as Bourdieu suggested, that there is a possibility to act on the world to improve it, operating through representation rather than coercion. The intuitions of poets are the forgotten adventures of God.
In his *Notebooks*, Elias Canetti wrote, “There are two kinds of spirit: those that settle in wounds and those that settle in houses.” Faced with the wounds each person bears, there are two paths: contempt or empathy. Abel, like a “wounded Christ” and despite his own wounds, has chosen the latter.
It has been approximately thirteen years since I became familiar with the work of Abel Azcona, and I have followed it deeply ever since, always paying close attention. Today, more than ever, we must speak of the “necessity” of his work. Through what I call “Abel’s Hammer,” the artist has meticulously mapped out the cracks in contemporary societies. With his work, he symbolically strikes at the faults of the welfare state, the cracks and fissures from which filth gushes forth.
Ricardo Recuero
Tu símbolo es el ciervo – y el mío la luna: que caiga la lluvia sobre – nuestras faces – uniéndonos en un abrazo – silencioso y cruel en que – como el suicidio, sueño – sin ángeles ni mujeres – desnudo de todo – salvo de tu nombre – de tus besos en mi ano – y tus caricias en mi cabeza calva – rociaremos con vino, orina y sangre – las iglesias – regalo de los magos – y debajo del crucifijo – aullaremos.
Leopoldo María Panero
La muestra que se presenta estos días en el espacio White Lab de Madrid, Un Hombre y un cuerpo, de Abel Azcona, recoge extractos alternativos o “brozas”, como define el propio artista, de sus grandes proyectos como Nine container; España os pide perdón; Amén o La Pederastia o El Ahogado entre otros. A través de piezas, algunas inéditas, otras descartadas, se establece lo que podríamos denominar como una Retrospectiva Marginal, o un acercamiento desde la lateralidad hacia su propio trabajo que, además de aportar nuevas perspectivas sobre su discurso, podríamos considerar en si misma, desde una metalectura, como una reafirmación y consolidación de su “reincidencia”.
Aun se eriza la piel ante el visionado de Empathy and Prostitution, contemplando como un, biológicamente hablando, “ser humano” le golpea, insidioso, sabiendo que su acto no tendrá consecuencias, jurídico-legales, ni tampoco y evidentemente teológicas. Porque consecuencias, las tiene. Ese acto de violencia gratuita, reproducido de manera habitual por individuos y estados, ante la indefensión de los desprotegidos, te aniquila como persona o como institución, destruye cualquier rasgo de lo que debiera ser entendido como humanidad. Aun queda la posibilidad de redención, no la de Dios, que ya ha muerto, sino la propia.
Inevitablemente, me asalta la cabeza a maravillosa película: Madeinusa2de Claudia Llosa, film en el que la directora peruana plantea como en una pequeña comunidad cristiana, durante el periodo que comienza en Jueves Santo, el Cristo-Dios, ya muerto, no puede ver el comportamiento de los que allí habitan y por lo tanto, sean cuales fueren sus acciones, no tendrá la capacidad de impartir castigo. Muerto Dios, aúlla el lobo.
Probablemente si el artista hubiera realizado su acción La muerte del artista en este contexto, no hubiera sobrevivido. La rabia y el odio tienen formas diversas disfrazadas de beatitud. ¿Cuál es la verdadera naturaleza del ser humano en una sociedad en la que impera la doble moral?, ¿qué integridad muestra esa colectividad que, conocedora de un delito tan grave como es el abuso sexual de menores por parte de la iglesia católica, decide hacer efectivo su silencio mediante la persecución y el acoso de quien lo denuncia en vez de tomar cartas en el asunto para erradicar el problema?
Esa doble moral, cimentada sobre el ejercicio violento y coercitivo del poder, queda reflejada en la pieza La Vergüenza. Hoy los misiles caen sobre la población civil palestina, lanzados por aquellos que un día hicieron de la barbarie y el sufrimiento extremo su seña de identidad. Pierre Bordieu, reflexionando sobre la “Violencia Simbólica”, entendida esta como, todo ejercicio de poder que se esfuerza por legitimar determinadas significaciones disimulando u ocultando las relaciones de fuerza que las sustentan, indicaba que: de todas las formas de persuasión clandestina, la más implacable de todas es la ejercida por el orden natural de las cosas3. De igual modo, en su auto-documental The Pervert`s Guide to Ideology4, Slavoj Žižek argumentaba: Todo impulso violento es señal de algo que no puedes expresar con palabras. Incluso la violencia más brutal es la representación de cierto punto muerto simbólico.
Abel Azcona, trata incesantemente de restaurar un soporte simbólico perdido del mundo, más adecuado y preciso, más justo, mediante el Arte, desde el pleno convencimiento, retomando a Bordieu, de que existe la posibilidad de actuar el mundo para mejorarlo, operando desde la representación, no desde la coerción. Las intuiciones de los poetas son las aventuras olvidadas de Dios5.
Elías Canetti, en sus Carnets de notas, escribió, existen Dos tipos de espíritu: aquellos que se instalan en heridas y aquellos que se instalan en casas5. Si ante las heridas que cada uno soporta existen dos vías, el desprecio o la empatía. Abel, como un “cristo llagado” y a pesar de las suyas, ha elegido la segunda.
Hace aproximadamente trece años que conozco el trabajo de Abel Azcona, lo he seguido desde entonces en profundidad, siempre atento. Hoy más que nunca debemos hablar de la “necesidad” de su labor. Mediante lo que yo denomino como “El Martillo de Abel”, el artista ha ido elaborado una minuciosa cartografía de la grietaen las sociedades contemporáneas. Con su trabajo, se encarga de reconocer y golpear simbólicamente las fallas del estado del bienestar, grietas y fisuras por donde sale la mierda a borbotones.
Ricardo Recuero