The final meeting between the mother (Isabel Gomez Aranda) and the son (Abel Azcona) after having never seen each other since April 2, 1988. The date when the mother abandoned the future artist while he was in the incubator, having been born with fetal alcoholism.

The interest of this action, which completes the circle of the different steps towards the mother, is not only the encounter between the two, for the first time, but everything that both figures represent. Abel Azcona's constant search for his own identity, marked by violence such as child abuse, abandonment, or alienation, has positioned him as a male figure advocating for abortion rights, women's rights, and against violence, precisely based on his own history. On the other hand, the mother's story is marked by the vulnerability of drug addiction, being forced into prostitution, subsequently abandoning her son, or experiencing sexual assaults. Her story embodies the vulnerability of women who suffer violence simply because of their gender, here epitomized in a specific body, that of the mother who reunites with her son through an artistic action.

Throughout these steps towards the mother, Azcona has managed to navigate between the personal and the artistic, seeking his progenitor in "mother" figures of performance art such as Marina Abramovic, Orlan, or Yoko Ono.

This final action is a last step in an emotionally painful process, and in which only performance can serve as a catalyst for the emotions provoked by such a reunion.            

Semíramis González

El encuentro final entre la madre (Isabel Gomez Aranda) y el hijo (Abel Azcona) tras no haberse visto nunca desde el 2 de abril de 1988. Fecha en el que la madre abandonó al futuro artista mientras se encontraba en la incubadora al haber nacido con alcoholismo fetal.

El interés de esta acción, que completa el círculo de los distintos pasos hacia la madre, no es sólo el encuentro entre los dos, por vez primera, sino todo lo que las figuras de ambos representan. La búsqueda constante de Abel Azcona de su propia identidad, atravesada por violencias como el abuso infantil, el abandono o la alienación, a la par que le han posicionado como una figura masculina defensora del aborto, de los derechos de las mujeres y contra la violencia, precisamente a partir de su propia historia. Por otro lado, la de la madre, cuyo relato es atravesado por la vulnerabilidad de la adicción a las drogas, el verse obligada a prostituirse, posteriormente abandonar a su hijo, o las agresiones sexuales. Su relato es el de la vulnerabilidad de las mujeres que sufren violencia sólo por el hecho de serlo, aquí concretado en un cuerpo concreto, el de la madre que se reencuentra con su hijo a través de una acción artística.

En todos estos pasos hacia la madre, Azcona ha sabido navegar entre lo personal y lo artístico, buscando a su progenitora en figuras “madres” de la performance como Marina Abramovic, Orlan o Yoko Ono.

Esta última acción es un paso final a un proceso emocionalmente doloroso y en el que solamente la performance puede servir como catalizador de esas emociones que provoca un reencuentro tal.

Semíramis González